sábado, 30 de abril de 2011

¿Cómo se comporta la gente en la fila de un banco?




¿Cómo se comporta la gente en la fila de un banco?


Fue ayer en típica una tarde lluviosa del mes de abril, que me encontraba haciendo mis respectivas diligencias económicas, nada más doloroso que trabajar un mes entero para tener que llevar casi todo ese dinero al banco nuevamente; y como si fuera regresarlo y depositarlo a una cuenta ajena, tenía  que soportar esperar que atendieran algo así como cien personas delante de mi hasta antes de llegar a la cajera. Sin embargo me sentía algo afortunado cuando veía que había más personas detrás de mí y tal vez con más urgencia que yo por pagar.
Nuestra profesora nos había encomendado la tarea de observar algún lugar especifico donde la gente desarrollara alguna actividad para luego redactar un blog y aquí me encuentro cual espía secreto en medio de ese centenar de personas pensando ¿qué hace la gente aquí adentro para distraerse mientras espera?
Comienzo a observar detenidamente a varias personas, mientras surge en mí un interés por clasificarlas en grupos  y noto fácilmente que hay algunas personas enfadadas, amables, criticonas, sospechosas, humildes, elegantes, acaloradas y sobretodo ¡temerosas!  Claro, no soy el único quien de aquí que está pensando ¿habrá  algún un “fletero”?  Fleteo es como llamamos en nuestro país a una modalidad de robo donde alguien entra al banco y luego te sigue y te quitan todo el dinero que llevas contigo. Hace algunos años mi madre fue víctima de ello y me es imposible dejar de sentirme intranquilo dentro de un banco. 
A lo mejor ese joven bien vestido que está mirando repetidamente hacia atrás o a lo mejor esa mujer bonita, de gafas oscuras ¡ella podría engañar a cualquiera! A tomado en sus manos el celular, le ha sonado varias veces, y la veo escribiendo textos en el, mientras un vigilante le pide el favor que guarde su teléfono por motivos de celular, ella se disculpa inocentemente mientras dice: 
-Ay qué pena, discúlpeme.
Y detrás de mi alguien  que no le puedo ver el rostro contesta de manera casi susurrante en medio de su pesimismo:
Muy bonita la monita pero así es que lo van “fleteando” a uno.

A pesar de todo, pienso que no me puedo distraer por la  inseguridad de ciudades como estas pero debo seguir observando, está en juego mi ensayo y no puedo seguir pensando en atracos. A lo lejos veo un señor sonriente, bastante entretenido, de estatura promedio y ancha espalda que viste un traje gris oscuro, jugando como si hubiera vuelto a la niñez con una cadena de esas que limitan la fila, cierra el gancho abre el gancho, lo quita y lo vuelve a colocar en su sitio, en este momento detecto que ha nacido dentro de él su competitividad masculina, no solo le basta con dejarla caer, y llamar la atención de todos nosotros, ahora juega a ponerla la cadena en el punto más lejano de la otra estaca metálica. ¿Lo lograra? ¿Que no está muy grande para ese jueguito?.

En fin, Detrás de mi escucho y veo a una señora hablar con otra, hablan de sus hijos, una de estas señoras (la mayor), le cuenta a la otra que tener hijos es algo maravilloso, ella tiene hijo e hija.  Sin embargo, desde que comenzó a hablar y desde que yo me entrometí en el chisme agudizando mi oído, ha dicho que su hijo es un holgazán, que su niña solo quiere salir a rumbear todos los fines de semana y que Javier (el niño) no nació para estudiar, se puso a trabajar con el papa y que Andrea (la niña) ha sido muy de malas con los hombres. Me es imposible medio sonreír y pensar para mis adentros en ¿por qué he oído tantas mamas diciendo eso?
Finalmente mi atención ha sido desviada por unos fuertes hombres de seguridad que acaban de entrar, uniformados de gris con chaleco antibalas azul y armados hasta los dientes, con cara de muy pocos amigos, (por lo menos yo soy amigo de mi perro) uno de ellos se para a mi costado izquierdo empuñando de manera intimidante una arma larga formada en metal cromo y madera mientras el otro lleva una de esas bolsas que tanto nos gustaría encontrar en la calle algún día. 

Es imposible para mí dejar de mirar esa arma y por un momento recurro a las leyes de Murphy y pienso ¿Y qué pasa si se le dispara aquí adentro? ¿Y si una bala da contra alguien? Y sobretodo pienso ¿Por qué tiene que poner ese artefacto tan cerca de mí? ¡Me incomoda!; En medio de ese lapso de pesimismo veo que este hombre tiene su mirada clavada fijamente en mí, era obvio había mirado esa arma más de la cuenta, así que me siento un poco avergonzado, agacho la mirada y pienso que es en estos momentos cuando las personas solemos hacer preguntas tontas como: ¿me puede decir la hora? ¿Está lloviendo afuera? Para felicidad mía y de mi  tranquilidad, todo termina cuando la cajera dice:
- El siguiente por favor.

Y para mi termina esa larga espera.